Sociedad

Agallas para cambiar de rol

Una segunda oportunidad se suele acordar a quien hizo algo errado. No es el caso de Dallys y, sin embargo, confieso que algo así pensé cuando me hablaron de publicar su historia. La conocía poco y luego de buscarla por internet y encontrar demasiadas poses y polémicas mediáticas, me eché atrás. Luego leí su texto y pensé: vamos para adelante.

No, no es que ella hubiera cometido algo criticable, pero sí se había inclinado hacia un tipo de participación televisiva que iba por otro lado. Ahí tomé conciencia de mis propios prejuicios: ¿y si esa forma de instalarse en la pantalla era la que podía en ese momento, apenas llegada de Paraguay y con un cuerpo que no pasaba desapercibido? ¿Eso significaba, acaso, nunca repensar su perfil? Por algo le dedicó tiempo al estudio del teatro –ahora da sus frutos– y al periodismo universitario.

La belleza puede ser viento a favor o un ancla que te impide salir de cierto lugar. A Dallys le jugó de las dos maneras: un rol vinculado a la imagen que la ayudó, pero que se tradujo en extrañeza cuando trató de cambiar. Por eso parecen fabulosas las agallas para acercarse al punto de inflexión y mirar hacia distintos puntos cardinales.

Reaparece, luego, el pasado más primario. Su padre ausente, la madre que la dejaba encerrada en un cuarto al irse a trabajar -no por castigarla, creía que así estaría más segura-, los golpes de su ex pareja y la sensación de abuso en puerta. Pero no está vencido quien pelea y eso cobra dimensión a la luz de todas las discusiones argentinas. Tener problemas en la infancia marca pero no determina. Sirve para comparar, para ver cómo lo dado suele no ser justo. Hay, sin embargo, un momento en que muere el pasado y comienza el nuevo rol. Sólo por él nos van -la van- a juzgar.

Parece, ahora, que la palabra neuroplasticidad se ha puesto de moda. Se trata de intentar cambios y sostenerlos. Eso generaría nuevas conexiones neuronales que permitirían a nuestro cerebro actuar de una manera diferente. Uso el tiempo potencial porque observo esta tendencia con cautela. Desde la pura experiencia, a veces cuesta sostener esos esfuerzos y se vuelven a cometer conductas o errores que se creían olvidados. No tengo el conocimiento para saber si la neuroplasticidad es real. Pero reconozco que intentarlo, vale. Entusiasma aunque asuste. Ahí es cuando uno siente que toma el futuro en sus manos. Si lo logra, es otra historia, pero ya nadie le quita lo bailado.

Nota Original

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